La sobrecogedora belleza del viñedo de Pibarnon y la originalidad de su excepcional terruño se conjugan en la majestuosidad de sus vinos. El origen del refinamiento y la elegancia de los vinos de Pibarnon radica en su cautivador lugar con vistas al Mediterráneo, donde las vides, plantadas sobre restanques (tradicionales muros de contención provenzales de piedra seca) hasta 300 metros sobre el nivel del mar, conviven en perfecta simbiosis con un cuidado ecosistema preservado y un suelo local excepcional. Estos factores por sí solos justificarían la clasificación de la finca como un "clos" o un "clima", como los grandes vinos de Borgoña.
Pibarnon se encuentra en el punto más alto de la denominación Bandol (más de 900 pies sobre el nivel del mar) y ocupa su propio microclima. La influencia del Mediterráneo hacia el sur, así como la altitud de la finca, mantienen las temperaturas del sur moderadas, lo que permite a Mourvèdre la larga temporada de crecimiento que necesita para alcanzar la madurez óptima.
Los suelos únicos y raros de la finca, llamados Trias, son ricos en minerales y retienen agua incluso en los años más secos; Los subsuelos son una arcilla azul (que se encuentra también en Château d'Yquem y Petrus) que contribuyen a los aromas refinados y la textura suave de los vinos.
Los viñedos de la finca crecen en un anfiteatro natural, que no solo protege las viñas de los fuertes vientos, sino que también proporciona un telón de fondo espectacular para una de las fincas más legendarias de Bandol. Las vides se cuidan de acuerdo con principios ecológicos; a partir de la añada 2019, la finca está certificada oficialmente. La cosecha es siempre a mano, teniendo en cuenta el terreno empinado y escalonado. Los vinos se fermentan con levaduras autóctonas y se envejecen exclusivamente en una combinación de barricas y barricas nuevas y viejas de roble francés.
Bandol no era más que un remanso cuando Catherine y Henri de Saint Victor compraron Pibarnon a fines de la década de 1970. Sin embargo, reconociendo el potencial de la región, la pareja de visionarios trabajó incansablemente durante unos 30 años, diseñando paisajes y elaborando vinos cada vez mejores. En la década de 1990, Pibarnon estaba produciendo los mejores tintos de la región, un estado que hoy se mantiene bajo su hijo, Eric de Saint Victor.
