Vinos rosados

Un poco de Rosa para tu Invierno

 

 

¿Quién dijo que los rosados (con carácter) son solo para el verano? El creciente interés por la categoría no solo ha subido el nivel cualitativo, sino también las ganas de experimentar con largas crianzas, terruños con historia o métodos de vinificación diferentes.

Por su origen y elaboración, algunos de estos vinos funcionan perfectamente bien en los meses invernales debido a su carácter, que les permite asociarse con platos de abrigo. La mayoría son de color subido y a veces casi tintos, pero también los hay pálidos que esconden en su interior un alma guerrera.

Tras la fermentación del mosto despalillado, el vino se beneficia de un tiempo de reposo con sus lías que contribuye a conferirle complejidad y a resaltar más su lado mineral y el terruño, e incluso de algunos meses de crianza en barrica u hormigón.

Aquellos que presentan una tonalidad más subida de capa cuentan también con un público entendido que aprecia su color rojo vivo, su mayor complejidad y su vocación gastronómica. Hablamos de los rosados de larga crianza que proponen una explosión de fruta domada por los años de madurez y los claretes, mezcla de uvas blancas y tintas prensadas y fermentadas con sus pieles.

¿Ponemos un poco de rosa al invierno? Para ayudarte a encontrar el rosado perfecto para cada momento, los presentamos según los platos invernales con los que mejor se alían.  ¡DISFRÚTALOS!

 


El invierno es, con toda probabilidad, la estación preferida de los platos de cuchara. Pucheros humeantes y reconfortantes guisos cocinados a fuego lento que entonan el cuerpo y nos ayudan a combatir el frío. ¿Cuántas veces hemos entrado en calor con una buena sopa, una fabada, unas lentejas o unos callos? Se trata de recetas contundentes y sustanciosas, que se nutren de las legumbres, verduras, carnes o chacinas con que se elaboran. Precisamente por eso, el vino que los acompañe debe aguantar el tipo y limpiar la boca, preparándola para el siguiente bocado.

Nuestras sugerencias

Cuchara aparte, hay principales que apetecen especialmente durante los meses de invierno. La temporada cinegética regala buenos ejemplares de caza menor o mayor, de textura firme y sabor pronunciado. También, aves de corral, lechazo, cochinillo, chuletón, rabo de toro… Pero no todo va a ser carne. Resulta difícil resistirse a un bacalao al pilpil o ajoarriero, una merluza en salsa verde o un besugo a la espalda. El tipo de carne (o pescado), su preparación y la salsa influyen en el vino que se va a escoger. En general, elegiremos rosados aromáticos y de cuerpo medio.

Nuestras sugerencias

La filosofía del finger food se ha consolidado como una tendencia resultona y disfrutona a partes iguales, que combina lo chic con lo informal. Se trata de elaboraciones tradicionales o vanguardistas, sabrosas y visualmente atractivas, que se presentan en pequeños bocados, para comer con los dedos (de ahí su nombre). Cremas o ensaladas en vasitos, brochetas o pinchos, tempuras, minihamburguesas, cucharitas, platillos, minicazuelitas, cucuruchos comestibles… todo en formato mini. Para acompañar esta cocina en pequeñas dosis, nos decantaremos por rosados más frescos y frutales, expresivos en nariz y persistentes en boca.

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El Color del Rosado

el vino de las mil caras

Los rosados se encuentran en su mejor momento, muy lejos de aquella imagen asociada a un consumo estacional y poco exigente. Perfectos para tomar por copas, armonizan con cualquier tipo de comida, desde los entrantes hasta el postre. Si a esto sumamos que se pueden consumir durante todo el año (exceptuando, si acaso, los meses de invierno), no es de extrañar el boom que vienen experimentado.

Este creciente interés por la categoría no solo ha subido el nivel cualitativo, sino también las ganas de experimentar con largas crianzas, terruños con historia o métodos de vinificación diferentes. El tiempo de maceración de los hollejos con el mosto, las variedades de uva empleadas, tanto blancas como tintas, así como la mano del enólogo determinan su color, que va desde los pálidos tonos de los rosados provenzales hasta el rojo intenso de un clarete.

Te animamos a ver la VIDA DE COLOR ROSA y, para ayudarte a encontrar el rosado perfecto para cada momento, te los presentamos en cuatro categorías. ¡DISFRÚTALOS!


 

Son los rosados de moda, siguiendo el estilo de la Provenza. La vinificación se hace con prensado directo y luego fermentando el mosto sin las pieles, dando como resultado unos vinos con muy poca pigmentación, de color asalmonado o piel de cebolla, que ofrecen una boca ligera y fresca, así como aromas suaves y sutiles de flores y hierbas aromáticas. Junto a sus más famosos exponentes, Domaines Ott o Château Miraval, sobresalen también vinos de culto de la comarca costera de Bandol como el Château Sainte-Anne.

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La tendencia de los rosados pálidos ha llegado también a nuestro país, donde algunas bodegas punteras han llevado el concepto un paso más allá. Así, tras la fermentación del mosto despalillado, el vino se beneficia de un tiempo de reposo con sus lías que contribuye a conferirle complejidad y a resaltar más su lado mineral y el terruño, y a veces también de algunos meses de crianza en barrica u hormigón. Prueben los sorprendentes rosados de Antídoto, Marqués de Murrieta, Lalomba, Dominio del Pidio.

Nuestras sugerencias


 

Los rosados españoles más clásicos suelen hacerse con garnacha o tempranillo por medio del sistema de sangrado tradicional, que produce un mosto con un atractivo color carmín y aromas de bayas rojas, hojarasca y frutas exóticas, dando como resultado un vino de trago fácil, algo goloso y bastante sexy. Entre los numerosos elaboradores que funcionan en las regiones de Navarra y Rioja, nos gustaría destacar los alegres vinos de Finca Nueva, Viña Zorzal, Izadi Larrosa o Alonso & Pedrajo.

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En el polo opuesto a la moda de los ligeros rosés provenzales, los rosados de larga crianza y los claretes cuentan también con un público entendido que aprecia su color rojo vivo, su mayor complejidad y su vocación gastronómica. Los primeros, en el estilo de Allende o Marqués de Riscal Viñas Viejas, proponen una explosión de fruta domada por los años de madurez. Los claretes, por su parte, son una mezcla de uvas blancas y tintas prensadas y fermentadas juntas con sus pieles, que dan lugar a vinos tan descarados y aptos para el tapeo como El Porrón de Lara, Akilia o Mélangé.

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