Tras una larga trayectoria en la exportación de vinos, Miguel Merino compra y restaura una vieja casona en Briones (Rioja Alta) para hacer realidad su sueño de tener una pequeña bodega en la que elaborar unas pocas botellas del mejor vino posible. Decidido a recuperar el estilo de aquellos reservas y grandes reservas que dieron reputación mundial a Rioja, centró su proyecto en solo dos vinos.
En 2017, su hijo Miguel y Erika Du Baele, su mujer, se unen de pleno al proyecto y toman las riendas de la viticultura y la elaboración de los vinos. Trabajan 14 hectáreas divididas en 29 parcelas, que cultivan sin herbicidas ni pesticidas. Sus vinos se dividen en dos gamas diferenciadas: una que sigue el estilo más clásico de la región –y con la que comenzó el proyecto– y una nueva línea centrada en el terroir y en respetar y destacar la personalidad y características de sus viñedos más especiales.