Juan Francisco Fariña Pérez funda en 1997 Los Loros, en la vertiente sureste de Tenerife (DO Valle de Güímar), con el deseo de dar continuidad a la tradición familiar e impulsado, asimismo, por la gran diversidad de variedades locales y los diferentes climas, tipos de suelos y nivel de altitud de los viñedos (100-1.500 m; las vendimias duran desde finales de julio en las zonas más bajas de la comarca hasta octubre en las más altas).
Su objetivo, elaborar vinos que expresen las variedades de uva locales con que están elaborados y el territorio del que proceden: las viñas en pie franco libres de filoxera, los suelos volcánicos, el clima moderado con influencia de los vientos alisios cargados de humedad, la viticultura heroica con fuertes pendientes y dificultad en el manejo, el trabajo orgánico en el campo y la mínima intervención en bodega, con fermentaciones espontáneas y bajos niveles de sulfuroso.
La Bodega de Juan Fco. Fariña Pérez fue fundada en el siglo pasado con el objetivo de seguir la tradición familiar en el cultivo de viñedos y elaboración de manera artesanal de sus vinos. Aunque antiguamente se elaboraba a granel, no fue hasta el año 1999 cuando se comienza a embotellar sus vinos amparados a la D.O. Valle de Güímar.
Esta bodega tiene muy claro la importancia del cultivo y mantenimiento de sus viñas para obtener como resultado final un producto de calidad. Sus viñedos se encuentran ubicados en los altos del municipio de Arafo, con una altitud sobre el nivel del mar que oscila entre los 750 y 800 metros, lo que les proporciona una particular frescura.
El objetivo final es aunar esfuerzos para satisfacer y sorprender año tras año a nuestros consumidores y mantener su fidelidad, donde se ha visto recompensado el trabajo con la obtención de numerosos galardones que confirman la evolución de la bodega.
Dando una vuelta de tuerca a la calidad de sus vinos, surge la gama «Los Loros» de mano de Juan Francisco, la nueva generación de la familia bodeguera. Los vinos son una perfecta representación del potencial de la zona, de sus variedades, clima y terruño.
Su idea es mantenerse en una producción poco dimensionada y llegar a un tope de 12.000 botellas, pero elaborando vinos de mucha calidad. De hecho, la viña propia apenas llega a una hectárea de cultivo, dividida en un par de fincas (junto a la bodega, para las uvas gual, albillo criollo, listán blanco y un poco de listán negro; y cerca de la costa, a unos 250 metros, con las variedades gual y marmajuelo), producción que suma a la de otro pequeño viticultor de costa al que compra su uva.
