

Más allá de la variedad de uva o del terruño, hay un factor técnico que influye decisivamente en el perfil de un vino: el tipo de depósito en el que se fermenta y envejece. En este artículo, exploramos los materiales más usados (acero inoxidable, hormigón, madera, arcilla...) y cómo moldean el carácter del vino. Tanto si eres profesional del sector como un aficionado curioso, aquí encontrarás claves para entender qué hay detrás del vino que llega a tu copa.
¿Por qué es importante el depósito en la elaboración del vino?
Lejos de ser un simple contenedor, el tipo de depósito utilizado durante la vinificación puede marcar una diferencia notable en el resultado final. A través del depósito, el enólogo tiene una herramienta de control y expresión capaz de modificar la temperatura, oxigenación y evolución aromática del vino. Su forma, material y propiedades térmicas influyen en el proceso de fermentación y en la evolución del vino, lo que permite moldearlo desde su nacimiento hasta su crianza.
Funciones del depósito: fermentación, crianza y conservación
Los depósitos desempeñan un papel crucial en diferentes etapas del vino: desde la fermentación alcohólica, en la que las levaduras transforman el azúcar en alcohol, hasta su crianza y conservación antes del embotellado. Además de contener el líquido, permiten controlar parámetros clave como la temperatura, la oxigenación y la interacción con el medio.
Efectos en el perfil aromático, gustativo y en la textura
El contacto del vino con oxígeno, la estabilidad térmica del material, e incluso las microinteracciones entre el depósito y el mosto afectan aromas, sabores y texturas. Un material poroso como la madera o el hormigón permite una oxigenación lenta, que redondea taninos y estabiliza el color, especialmente en el vino tinto. Por el contrario, materiales neutros como el acero no aportan elementos sensoriales, pero preservan la pureza aromática.
Depósitos de acero inoxidable: precisión y neutralidad
Características del acero inoxidable
El acero inoxidable es uno de los materiales más utilizados en bodegas modernas por su resistencia mecánica, limpieza y facilidad para controlar la temperatura. Suele utilizarse en depósitos de gran volumen, con camisas de refrigeración que permiten mantener la fermentación bajo control.
Ventajas del acero inoxidable: limpieza, control de temperatura, neutralidad
El acero inoxidable es inerte, lo que significa que no aporta sabores ni altera el carácter original de la uva. Su superficie lisa y no porosa evita contaminaciones microbianas y facilita la higiene, lo que es crucial para una vinificación precisa y repetible. Además, permite aplicar técnicas modernas como el bâtonnage automático o la microoxigenación controlada.
Impacto en el vino: perfil fresco, limpio y frutal
Ideal para vinos jóvenes, aromáticos y centrados en la expresión varietal. El acero permite obtener vinos de gran precisión, donde los aromas primarios (fruta, flores) se conservan nítidamente. También se usa para elaborar vinos espumosos mediante el método Charmat.
Depósitos de cemento u hormigón: la tradición redescubierta
Tipos de depósitos de hormigón
El cemento u hormigón puede presentarse en forma de huevos, cubas o tanques rectangulares, con o sin revestimiento. Los primeros están recubiertos con epoxi o cerámica vitrificada, mientras que los segundos son porosos y permiten la interacción del vino con el aire de forma natural. La forma ovoide, en particular, favorece la circulación interna del líquido durante la fermentación, creando un movimiento convectivo constante.
Propiedades térmicas y microoxigenación
El hormigón es un material sólido, denso y estructuralmente muy estable, lo que lo convierte en un excelente amortiguador de microvibraciones (maquinaria, vehículos, movimientos del suelo, etc.), protegiendo la estabilidad del vino durante la crianza y favoreciendo una evolución más tranquila y armoniosa.
Gracias a su masa y capacidad de aislamiento, el hormigón mantiene la temperatura de forma más estable que otros materiales. Además, si es poroso, permite una oxigenación microcontrolada, lo que suaviza la estructura del vino y favorece su evolución sin intervención mecánica.
Impacto en el vino: textura, complejidad y pureza varietal
El hormigón aporta una sensación táctil distintiva: vinos con volumen, boca redonda y tacto cremoso. Aporta complejidad sin añadir sabores exógenos, por lo que es ideal para quienes desean respetar el carácter del terruño.
Depósitos de madera: expresión, crianza y evolución
Tipos de madera más comunes
La madera más empleada es el roble, en sus variantes francesa, americana y húngara. El roble francés aporta taninos finos y aromas sutiles (vainilla, tabaco, especias), mientras que el americano es más aromático (coco, vainilla intensa).
Influencia del tostado y la porosidad
El grado de tostado de la barrica (ligero, medio, fuerte) determina los aromas que aporta al vino. La porosidad de la madera permite una oxigenación lenta y constante, clave para la maduración. Esta microoxigenación afina los taninos, estabiliza el color y aporta complejidad.
Impacto en el vino: notas especiadas, estructura y longevidad
La crianza en madera genera vinos más estructurados, con mayor potencial de envejecimiento y capas aromáticas que evolucionan con el tiempo: frutas maduras, especias, tabaco, cuero... Es fundamental en tintos de guarda y algunos blancos fermentados en barrica.
Arcilla y ánforas: vuelta a lo ancestral
Recuperadas de prácticas milenarias, las ánforas de arcilla permiten vinificaciones más puras, sin aporte de madera ni acero. Cada vez más productores las emplean para recuperar estilos olvidados y promover vinos que expresan el terroir con total honestidad.
Fermentación y crianza en ánforas
Las ánforas porosas permiten una oxigenación controlada, y su forma favorece el contacto con las lías. Se emplean tanto en fermentación como en crianza, con resultados que combinan frescura, mineralidad y volumen.
Cómo cambia un mismo vino según el depósito
Un mismo mosto puede tener perfiles radicalmente distintos si se fermenta en acero, hormigón o madera. En acero será fresco y directo, en hormigón más envolvente, y en madera ganará complejidad y estructura. Algunas bodegas experimentan con estos contrastes para luego ensamblar lotes y lograr vinos equilibrados.
Muchas bodegas combina depósitos para ensamblar vinos con mayor riqueza. Por ejemplo, un vino blanco puede fermentar parcialmente en acero para mantener frescura, y en barrica para aportar untuosidad. En tintos, los vinos base pueden criarse en hormigón, madera nueva y usada para equilibrar expresión, estructura y elegancia.
¿Qué tipo de depósito es mejor?
No hay un "mejor" absoluto: cada material tiene ventajas en función del estilo buscado. El acero favorece la frescura y expresión primaria. El hormigón ofrece estabilidad y complejidad sin interferencias aromáticas. La madera aporta longevidad y matices secundarios y terciarios. Y la arcilla —a través de ánforas o tinajas— permite una oxigenación suave y una expresión honesta del terroir, con vinos de textura sedosa y gran pureza varietal.
La elección del depósito también refleja la filosofía del enólogo y el perfil deseado. Un enfoque moderno puede preferir acero y precisión, mientras que un productor artesanal buscará texturas naturales en arcilla o madera usada. La tendencia actual hacia vinos de mínima intervención ha revalorizado materiales como el hormigón y la cerámica.
En definitiva, los depósios no solo contienen el vino: lo moldean. En una época de innovación y retorno a lo ancestral, los depósitos representan una herramienta creativa clave en la identidad de cada vino, desde la frescura cítrica de un blanco fermentado en acero hasta la complejidad de un tinto criado en barrica. Entender su influencia permite al productor afinar cada decisión técnica para expresar su visión del vino... y a los que lo disfrutamos, apreciar con más profundidad cada trago.
¿Te has fijado en qué tipo de depósito se elaboró tu botella favorita? Te animamos a explorar vinos fermentados o criados en distintos recipientes —acero, hormigón, madera o arcilla— y descubrir cómo cada uno deja su huella en el aroma, textura y sabor. ¡Quizá encuentres nuevas pistas para entender (y disfrutar aún más) tu copa!